Angel Azpeitia
Vall Palou
En un orden de preferencias para la autora, seguramente ocupa el primer lugar la propia expresión, el reflejo de su vida, sentimientos y estados de ánimo. Pero de inmediato sigue la manera de manifestarse, el medio por el que materializa el debate emocional, que es, ni más ni menos, lo que antes recibimos los espectadores, por decirlo así, de aquello que nos traslada.
Ya en el campo de lo pictórico, a la cabeza se sitúa el sistema -o mas bien las distintas modalidades- con que Vall Palou pone la pasta, al mismo tiempo o casi que las alternativas de color.
Parece obvio que se trata de la específica naturaleza de la pintura, siempre con una altísima ambigüedad -artisticidad, de acuerdo con una teoría de la comunicación adecuada al problema – que permite interpretaciones muy diversas. Sólo más tarde entran aspectos como los escasos rasgos compositivos, lo literario, lo descrito y por fin los niveles simbólicos.
En absoluto pretendo que no le importe la huella del lenguaje hablado o escrito, puesto que imágenes y palabras comparten una misma poética en Vall Palou. Podría explicarnos lo que siente o padece por uno u otro camino. Basta con fijarse en los títulos. Pero elige éste y se entrega a su que hacer como a un acto de amor que incluso tiñe de profundo dramatismo. Penetra en el substrato, se embebe en su seno a través de distintos recursos y texturas. Superpone capas, levanta alguna de ellas, descubre veladuras, usa “dripping” o escurridos, traza gestos, ejecuta arrastres, amasa remolinos. A la vez anda entre los difíciles verdes y los rojos sangrientos para desembocar -con lo que supongo sus últimas telas- con tonos más clásicos, casi museales y barrocos, de remota estirpe tenebrista. También avanza hacia una mayor sencillez de forma y los motivos distribuyen, sólo hasta cierto punto zonas en el espacio, visto antes como un todo informal.
Lo dicho lleva a los problemas de representación. Parece irrelevante que haga o no propuestas abstractas, cuando siempre lo es en cierta medida. Claro que hallamos algunas disposiciones de paisajes y varía también la escala en que la obra se relaciona con datos físicos externos. Según los casos puede basarse en, aludir a, ser una metáfora, simbolizar. Responde a necesidades anímicas, a las tristezas, ternuras o dolores de cada momento creativo. Honda y fuerte, Vall Palou nos habla de calor e ímpetu, de oscuridad y presagios, de naturaleza y espíritu, de principios y cambios. Desde las experiencias individuales obtiene resultados de validez general. Y visualmente muy intensos.
Angel Azpeitia
Catedrático de Historia del Arte
Heraldo de Aragón
Ya en el campo de lo pictórico, a la cabeza se sitúa el sistema -o mas bien las distintas modalidades- con que Vall Palou pone la pasta, al mismo tiempo o casi que las alternativas de color.
Parece obvio que se trata de la específica naturaleza de la pintura, siempre con una altísima ambigüedad -artisticidad, de acuerdo con una teoría de la comunicación adecuada al problema – que permite interpretaciones muy diversas. Sólo más tarde entran aspectos como los escasos rasgos compositivos, lo literario, lo descrito y por fin los niveles simbólicos.
En absoluto pretendo que no le importe la huella del lenguaje hablado o escrito, puesto que imágenes y palabras comparten una misma poética en Vall Palou. Podría explicarnos lo que siente o padece por uno u otro camino. Basta con fijarse en los títulos. Pero elige éste y se entrega a su que hacer como a un acto de amor que incluso tiñe de profundo dramatismo. Penetra en el substrato, se embebe en su seno a través de distintos recursos y texturas. Superpone capas, levanta alguna de ellas, descubre veladuras, usa “dripping” o escurridos, traza gestos, ejecuta arrastres, amasa remolinos. A la vez anda entre los difíciles verdes y los rojos sangrientos para desembocar -con lo que supongo sus últimas telas- con tonos más clásicos, casi museales y barrocos, de remota estirpe tenebrista. También avanza hacia una mayor sencillez de forma y los motivos distribuyen, sólo hasta cierto punto zonas en el espacio, visto antes como un todo informal.
Lo dicho lleva a los problemas de representación. Parece irrelevante que haga o no propuestas abstractas, cuando siempre lo es en cierta medida. Claro que hallamos algunas disposiciones de paisajes y varía también la escala en que la obra se relaciona con datos físicos externos. Según los casos puede basarse en, aludir a, ser una metáfora, simbolizar. Responde a necesidades anímicas, a las tristezas, ternuras o dolores de cada momento creativo. Honda y fuerte, Vall Palou nos habla de calor e ímpetu, de oscuridad y presagios, de naturaleza y espíritu, de principios y cambios. Desde las experiencias individuales obtiene resultados de validez general. Y visualmente muy intensos.
Angel Azpeitia
Catedrático de Historia del Arte
Heraldo de Aragón