Fina Duran Riu
MIRADAS DESDE EL ARCHIPIÉLAGO
Mírate en archipiélago
ojo fragmentario en lengua
que no cesa,
que se disloca.
Ha hablado un dios
sin hospedaje.
Àngels Moreno, L’Usurpador, Biblioteca de la Suda 197, Pagès Editors, Lleida, 2017
Esta idea de descubrimiento, de mirada fragmentada, nos lleva a plantear un viaje a la obra de Teresa Vall Palou a través de un camino que transita por las diversas capas que configuran su lenguaje creativo.
Es cierta la imposibilidad de acercarnos al significado total de una creación, no podemos pretenderlo, pero sí podemos buscar la manera más directa de acercarnos a la multitud de percepciones sugeridas por la obra artística. Posiblemente, siguiendo los caminos trazados por la filosofía de la deconstrucción, una vía sería ir separando las diversas pieles que la forman y, capa a capa, ir percibiendo la energía y la fuerza que la ha ido creando y a la vez ha ido impregnando su expresión.
Conocer un poco mejor su estructura nos hace ir descubriendo sus significaciones y así, paso a paso, podemos ir realizando este viaje que no nos llevará, posiblemente, a ninguna otra puerta que a la de conocer un poco mejor cuáles son las vibraciones que nos estimulan y cómo la artista nos permite llegar.
Mírate en archipiélago recorre las creaciones de Teresa Vall Palou ofreciendo unas posibilidades diferentes de lectura, abriéndolas a nuevas actitudes y borrando ideas preconcebidas. El conocimiento que podíamos tener de la artista se disuelve en un camino donde encontramos obras figurativas junto a obras de expresión informalista, obras escultóricas dialogando con otras que bordean el surrealismo, la forma separada del color, los signos orientales frente a las huellas de materiales de nuestro entorno, y la obra dispuesta en diálogo con su propio proceso de creación.
Podemos decir como nunca que cada parte es un todo, cada una de las obras puede representar una parte del lenguaje, pero, al mismo tiempo, es un todo que nos permite circular por el constante movimiento de la creación artística. Ninguna de las obras presentadas posee la clave de la buena interpretación del conocimiento de la trayectoria artística, ninguna de ellas es la que nos permite decir que ya conocemos la obra de Teresa Vall Palou, no nos ofrece el sentido total de su creación, pero en cambio sí tiene la fuerza del camino recorrido y es la suma de todo el trabajo realizado.
Destacamos la generosidad de la artista que nos permite esta variedad de lecturas de su obra y la valentía de ofrecer una muestra en la que en cada nuevo espacio se presenta una expresión diferente. El archipiélago de pequeñas muestras que componen la exposición nos aleja del deseo de una lectura uniforme y nos enfrenta a la incomodidad de tener que salir de la zona de confort de aquello ya conocido, cada uno de los apartados es un paréntesis diferente, aislado del resto, pero al mismo tiempo, de manera casi imperceptible, nos hace descubrir cómo se va creando la unidad a partir de cada una de las diferencias.
Cada apartado es un pequeño universo cerrado que, a pesar de ser parte del conjunto, mantiene su propia identidad y muestra orgulloso su diferencia. El recorrido por cada uno de ellos nos acerca a los diferentes mundos de los:
PROCESOS, una pequeña muestra de cómo se llega al trabajo final en el que a menudo admiramos tanto el paso previo como el resultado. Unas obras que nos permiten conocer no sólo cómo ha trabajado la artista, sino también cómo, a menudo, el itinerario seguido para llegar a la obra es tan interesante como ésta misma.
La valoración del proceso técnico, el reconocimiento de los pasos a seguir para conseguir llegar a la expresión buscada, es una manera de acercarse directamente y con vigor a la verdad de la obra. Saber su camino es acercarse a su realidad, estar un poco más cerca.
Las planchas para la realización de las litografías y de las puntas secas muestran el trabajo de la artista, pero también se reivindican como obra. El diálogo que se establece entre las litografías y las planchas de aluminio, utilizadas para ser emulsionadas y para colocar el fotolito que será entintado y estampado, es de una gran potencia y nos permite descubrir variantes de color que duplican el mensaje de la obra.
Los colores azul y rojo de las planchas, que nos atraen por su belleza, en realidad nos indican no una opción estética sino que nos describen la posibilidad de poder volver a ser utilizados (en el caso del azul) o la imposibilidad de que tal plancha vuelva a hacer una impresión (en el caso del rojo). Una sencilla muestra de la belleza de la practicidad.
Los sorprendentes acetatos que se utilizan para las puntas secas nos dejan ver sus heridas, sus marcas, sus accidentes realizados a través del fuego y otros elementos para crear unas rendijas donde se acumulará la tinta y donde se destacará un mundo de contrastes. Después de ser entintados se pasan por la tarlatana dos veces y finalmente se pasan por el tórculo y se estampan. La laboriosidad como elemento fundamental de la creación de la pieza nos aleja de las falsas imágenes de los creadores que evitan la forma.
Un conjunto de caminos, de experimentaciones y de interrogantes que de manera inusual se nos ofrecen para ser admirados y descubiertos junto a la obra que resultará su experiencia y creación.
VOLÚMENES nos muestra unas obras no habituales en los parámetros más conocidos de la artista, unas esculturas de talle figurativo, unas cabezas con una expresividad que nos acerca a lo más ancestral. La fuerza de la mirada primitiva nos hace sentir la sinceridad de aquello que evita la artificiosidad y se muestra con su energía. Ni la imitación, la descripción o el naturalismo marcan la voluntad de estas piezas, sino que más bien podemos percibir una necesidad de acercarse a la más primigenia expresión de la forma, huir de todo aquello que no sea esencial y acercarse a la fuerza que emana de la materia.
La falta de color, en una artista que lo trabaja desde distintos puntos, es una muestra más de la importancia que en estas obras tiene el diálogo con la materia. Seguramente por este motivo estas obras han sido realizadas mediante la laboriosa técnica conocida como Raku, utilizada especialmente en Japón desde finales del siglo XVI, por los maestros del té influidos por la filosofía budista zen, quienes observaban un retorno consciente al directo y primitivo trato del fango y a la experimentación de los sentidos a través del contacto con la tierra.
La elaboración de estas piezas es un proceso que pasa por diferentes etapas, cada una de las cuales requiere el paso del tiempo y el trabajo de la artista, un paso a paso que determina el resultado final y que pasa por la utilización de dos hornos, un horno habitual en una primera cocida y un horno de raku posteriormente. Una vez pasadas las dos piezas por los dos hornos se cubren con serraduras y se mojan con agua para enfriarlas y el resultado de todo el proceso es el característico tono negro de las obras.
COLOR. El color ha sido utilizado desde todos los tiempos como símbolo por las diferentes culturas y civilizaciones. Se le ha dado característica de expresión de sentimientos y creencias y ha sido empleado por los artistas de diferentes tendencias y estilos para dar forma y fuerza a sus obras. Ahora se nos presenta de la manera más minimalista. Fuera de toda expresión se utiliza su ordenación en series de gamas cromáticas para conseguir que nos demos cuenta de cada matiz. La obra hace que cada color se desarrolle ante nuestros ojos en unas relaciones ascendentes y descendentes, formando un juego de presencias que se hacen ausentes en su recorrido.
La pintura cuenta con el color como uno de sus ejes básicos, pero en este caso la artista nos lo muestra en su estado más puro, y aún así, se nos hace evidente que es la combinación realizada para su creación la que nos impacta y nos ofrece toda su belleza de manera natural, sin artificios.
Esta serie de conjuntos de pequeños rastros rectangulares de colores es una muestra muy clara y patente de cómo la mirada de la artista, incluso cuando se muestra desnuda y libre de interpretaciones y formas, nos acompaña en el descubrimiento de nuevas percepciones no conocidas.
GRAFÍAS Una de las características del arte japonés es la reinterpretación y la simplificación de las formas que a través de las diferentes culturas, configuradoras de su historia, han formado su lenguaje artístico. De la misma manera nos encontramos que a través de la reinterpretación de las formas y su simplificación Teresa Vall Palou ha ido llegando a unas piezas donde la grafía toma el protagonismo de la obra y a través de su enérgico trazo nos acerca a elementos de la naturaleza. Y lo hace a través de la simplicidad, consiguiendo a través de formas lineales y con la presencia del espacio vacío, dar el protagonismo de estas piezas a unas formas que evitan una elaborada producción y nos acercan con pocos medios expresivos a elementos que al ser sólo sugeridos toman toda su trascendencia.
OBJETOS Sin ningún tipo de duda este es uno de los apartados más sorprendentes de la muestra. Y en cambio es donde se nos presenta la parte más íntima de la artista. Tal vez por ello alguno de los objetos nos hace pensar en los objetos creados por el surrealismo a partir de la pulsión del inconsciente.
Una pintora hace una obra en homenaje a la muerte de la pintura, expone la cinta de la verdadera historia de su vida con una mirada muy irónica de sus características, crea una parte donde pequeñas bolas nos acercan a múltiples visiones de ojos atentos, nos muestra meteoritos que provienen de mundos extraños y nos ofrece el aparato que nos permite pasar del sentido común a la rabia. Pocas veces podemos contemplar en un pequeño espacio un conjunto de obras que nos aporten la ironía alrededor del trabajo realizado de una manera tan clara y contundente.
La mirada que la aleja de todos los dogmatismos sobre el trabajo artístico ofrece a estas obras la singularidad de la contemplación desde la distancia irónica de la propia labor creativa, hecho muy poco habitual en los diferentes ámbitos que nos rodean y en especial en el artístico. Seguramente por todo esto un elemento destacado en este espacio es el libro que rinde homenaje a Joan Brossa.
FORMAS – El protagonismo de la forma que aparece en muchas de las obras de Teresa Vall Palou ha estado separado y ha sido mostrado de manera más desnuda en unas obras donde ocupa todo el espacio y sólo se muestra reforzada a través de la sutileza de la luz.
Formas alargadas, redondas, orgánicas o sea cual sea su geometría han sido siempre elementos destacados en las obras de la artista. Al separarlas de los otros elementos que acostumbran a formar parte de la obra se muestran con toda su pureza.
La expresión de su desnudez nos permite darle el papel protagonista que a menudo queda oculto bajo la expresión de la energía del trazo o de la fuerza del color, y de esta manera descubrimos una parte de las formas utilizadas.
HUELLAS – Lourdes Cirlot nos dice que ya desde sus inicios el informalismo “refleja un desasosiego profundo, y, no obstante, trata de agarrarse a alguna cosa tangible: la materia de la obra artística. Dando un valor decisivo a las calidades de la textura, los artistas informalistas consiguen subrayar el carácter material de su realizaciones”.*
Sea por desasosiego, sea por experimentación o tal vez por el desasosiego que acompaña a la experimentación de la creación, las últimas obras de Teresa Vall Palou muestran las huellas dejadas por el material encontrado. Un material cotidiano, que envuelve el día a día de la artista, se convierte en unas obras de fuerte expresión tan sólo a través de la señal dejada a su paso, a veces en positivo y otras en negativo, pero siempre mostrando el testimonio de su forma a través del rojo y el negro.
Diferentes materiales colocados sobre diferentes texturas hacen que se vayan creando unos dibujos donde la ausencia de color va creando formas y figuras. A pesar de la importancia de la materia primera se hace difícil reconocer su origen y el resultado se hace realidad en unas series realizadas con unos colores que contrastan enérgicamente.
El conjunto de estas piezas nos guía hacia una mirada que se concentra en la observación de unas huellas, pero en realidad la fuerza de sus formas evitan la anécdota para hundirse en la experimentación de la creación. Ya no tiene importancia de dónde proviene lo que vemos sino el resultado final de su ejecución.
Una vez recorrido el archipiélago y formada la mirada introspectiva, propuesta por el título de la exposición, somos conscientes que desde la teoría podemos mirar la obra desde muchos puntos de vista. Incluso nos hemos atrevido a esbozar vínculos con el arte primitivo, el arte japonés, el informalismo, el expresionismo y el surrealismo pero de manera deliberada no hemos profundizado en la búsqueda de vínculos inciertos, las mismas obras nos dicen que es mejor no hacerlo. Su recorrido nos pide un respeto, de alguna manera nos dicen que si ellas se muestran en toda su desnudez, si han permitido que las separemos en pequeñas islas según su expresión no nos dan el consentimiento para llenarlas de artificio y de teorías generadas a partir sólo de su contemplación parcial.
Desde su silencio alejado de teorías, pero lleno de fuerza expresiva, nos hace ver que sólo desde la contemplación abierta y la observación desde la mirada amplia de la sensibilidad artística seremos capaces de percibir todo el conjunto de su pulsión creativa.
Fina Duran i Riu
*Lourdes Cirlot, “La pintura informalista en Cataluña”. Texto catálogo Informalismo en Cataluña. Pintura, Centre d’Art Santa Mònica, Generalitat de Catalunya, Barcelona, 27 septiembre-8 noviembre 1990, pág. 9
Mírate en archipiélago
ojo fragmentario en lengua
que no cesa,
que se disloca.
Ha hablado un dios
sin hospedaje.
Àngels Moreno, L’Usurpador, Biblioteca de la Suda 197, Pagès Editors, Lleida, 2017
Esta idea de descubrimiento, de mirada fragmentada, nos lleva a plantear un viaje a la obra de Teresa Vall Palou a través de un camino que transita por las diversas capas que configuran su lenguaje creativo.
Es cierta la imposibilidad de acercarnos al significado total de una creación, no podemos pretenderlo, pero sí podemos buscar la manera más directa de acercarnos a la multitud de percepciones sugeridas por la obra artística. Posiblemente, siguiendo los caminos trazados por la filosofía de la deconstrucción, una vía sería ir separando las diversas pieles que la forman y, capa a capa, ir percibiendo la energía y la fuerza que la ha ido creando y a la vez ha ido impregnando su expresión.
Conocer un poco mejor su estructura nos hace ir descubriendo sus significaciones y así, paso a paso, podemos ir realizando este viaje que no nos llevará, posiblemente, a ninguna otra puerta que a la de conocer un poco mejor cuáles son las vibraciones que nos estimulan y cómo la artista nos permite llegar.
Mírate en archipiélago recorre las creaciones de Teresa Vall Palou ofreciendo unas posibilidades diferentes de lectura, abriéndolas a nuevas actitudes y borrando ideas preconcebidas. El conocimiento que podíamos tener de la artista se disuelve en un camino donde encontramos obras figurativas junto a obras de expresión informalista, obras escultóricas dialogando con otras que bordean el surrealismo, la forma separada del color, los signos orientales frente a las huellas de materiales de nuestro entorno, y la obra dispuesta en diálogo con su propio proceso de creación.
Podemos decir como nunca que cada parte es un todo, cada una de las obras puede representar una parte del lenguaje, pero, al mismo tiempo, es un todo que nos permite circular por el constante movimiento de la creación artística. Ninguna de las obras presentadas posee la clave de la buena interpretación del conocimiento de la trayectoria artística, ninguna de ellas es la que nos permite decir que ya conocemos la obra de Teresa Vall Palou, no nos ofrece el sentido total de su creación, pero en cambio sí tiene la fuerza del camino recorrido y es la suma de todo el trabajo realizado.
Destacamos la generosidad de la artista que nos permite esta variedad de lecturas de su obra y la valentía de ofrecer una muestra en la que en cada nuevo espacio se presenta una expresión diferente. El archipiélago de pequeñas muestras que componen la exposición nos aleja del deseo de una lectura uniforme y nos enfrenta a la incomodidad de tener que salir de la zona de confort de aquello ya conocido, cada uno de los apartados es un paréntesis diferente, aislado del resto, pero al mismo tiempo, de manera casi imperceptible, nos hace descubrir cómo se va creando la unidad a partir de cada una de las diferencias.
Cada apartado es un pequeño universo cerrado que, a pesar de ser parte del conjunto, mantiene su propia identidad y muestra orgulloso su diferencia. El recorrido por cada uno de ellos nos acerca a los diferentes mundos de los:
PROCESOS, una pequeña muestra de cómo se llega al trabajo final en el que a menudo admiramos tanto el paso previo como el resultado. Unas obras que nos permiten conocer no sólo cómo ha trabajado la artista, sino también cómo, a menudo, el itinerario seguido para llegar a la obra es tan interesante como ésta misma.
La valoración del proceso técnico, el reconocimiento de los pasos a seguir para conseguir llegar a la expresión buscada, es una manera de acercarse directamente y con vigor a la verdad de la obra. Saber su camino es acercarse a su realidad, estar un poco más cerca.
Las planchas para la realización de las litografías y de las puntas secas muestran el trabajo de la artista, pero también se reivindican como obra. El diálogo que se establece entre las litografías y las planchas de aluminio, utilizadas para ser emulsionadas y para colocar el fotolito que será entintado y estampado, es de una gran potencia y nos permite descubrir variantes de color que duplican el mensaje de la obra.
Los colores azul y rojo de las planchas, que nos atraen por su belleza, en realidad nos indican no una opción estética sino que nos describen la posibilidad de poder volver a ser utilizados (en el caso del azul) o la imposibilidad de que tal plancha vuelva a hacer una impresión (en el caso del rojo). Una sencilla muestra de la belleza de la practicidad.
Los sorprendentes acetatos que se utilizan para las puntas secas nos dejan ver sus heridas, sus marcas, sus accidentes realizados a través del fuego y otros elementos para crear unas rendijas donde se acumulará la tinta y donde se destacará un mundo de contrastes. Después de ser entintados se pasan por la tarlatana dos veces y finalmente se pasan por el tórculo y se estampan. La laboriosidad como elemento fundamental de la creación de la pieza nos aleja de las falsas imágenes de los creadores que evitan la forma.
Un conjunto de caminos, de experimentaciones y de interrogantes que de manera inusual se nos ofrecen para ser admirados y descubiertos junto a la obra que resultará su experiencia y creación.
VOLÚMENES nos muestra unas obras no habituales en los parámetros más conocidos de la artista, unas esculturas de talle figurativo, unas cabezas con una expresividad que nos acerca a lo más ancestral. La fuerza de la mirada primitiva nos hace sentir la sinceridad de aquello que evita la artificiosidad y se muestra con su energía. Ni la imitación, la descripción o el naturalismo marcan la voluntad de estas piezas, sino que más bien podemos percibir una necesidad de acercarse a la más primigenia expresión de la forma, huir de todo aquello que no sea esencial y acercarse a la fuerza que emana de la materia.
La falta de color, en una artista que lo trabaja desde distintos puntos, es una muestra más de la importancia que en estas obras tiene el diálogo con la materia. Seguramente por este motivo estas obras han sido realizadas mediante la laboriosa técnica conocida como Raku, utilizada especialmente en Japón desde finales del siglo XVI, por los maestros del té influidos por la filosofía budista zen, quienes observaban un retorno consciente al directo y primitivo trato del fango y a la experimentación de los sentidos a través del contacto con la tierra.
La elaboración de estas piezas es un proceso que pasa por diferentes etapas, cada una de las cuales requiere el paso del tiempo y el trabajo de la artista, un paso a paso que determina el resultado final y que pasa por la utilización de dos hornos, un horno habitual en una primera cocida y un horno de raku posteriormente. Una vez pasadas las dos piezas por los dos hornos se cubren con serraduras y se mojan con agua para enfriarlas y el resultado de todo el proceso es el característico tono negro de las obras.
COLOR. El color ha sido utilizado desde todos los tiempos como símbolo por las diferentes culturas y civilizaciones. Se le ha dado característica de expresión de sentimientos y creencias y ha sido empleado por los artistas de diferentes tendencias y estilos para dar forma y fuerza a sus obras. Ahora se nos presenta de la manera más minimalista. Fuera de toda expresión se utiliza su ordenación en series de gamas cromáticas para conseguir que nos demos cuenta de cada matiz. La obra hace que cada color se desarrolle ante nuestros ojos en unas relaciones ascendentes y descendentes, formando un juego de presencias que se hacen ausentes en su recorrido.
La pintura cuenta con el color como uno de sus ejes básicos, pero en este caso la artista nos lo muestra en su estado más puro, y aún así, se nos hace evidente que es la combinación realizada para su creación la que nos impacta y nos ofrece toda su belleza de manera natural, sin artificios.
Esta serie de conjuntos de pequeños rastros rectangulares de colores es una muestra muy clara y patente de cómo la mirada de la artista, incluso cuando se muestra desnuda y libre de interpretaciones y formas, nos acompaña en el descubrimiento de nuevas percepciones no conocidas.
GRAFÍAS Una de las características del arte japonés es la reinterpretación y la simplificación de las formas que a través de las diferentes culturas, configuradoras de su historia, han formado su lenguaje artístico. De la misma manera nos encontramos que a través de la reinterpretación de las formas y su simplificación Teresa Vall Palou ha ido llegando a unas piezas donde la grafía toma el protagonismo de la obra y a través de su enérgico trazo nos acerca a elementos de la naturaleza. Y lo hace a través de la simplicidad, consiguiendo a través de formas lineales y con la presencia del espacio vacío, dar el protagonismo de estas piezas a unas formas que evitan una elaborada producción y nos acercan con pocos medios expresivos a elementos que al ser sólo sugeridos toman toda su trascendencia.
OBJETOS Sin ningún tipo de duda este es uno de los apartados más sorprendentes de la muestra. Y en cambio es donde se nos presenta la parte más íntima de la artista. Tal vez por ello alguno de los objetos nos hace pensar en los objetos creados por el surrealismo a partir de la pulsión del inconsciente.
Una pintora hace una obra en homenaje a la muerte de la pintura, expone la cinta de la verdadera historia de su vida con una mirada muy irónica de sus características, crea una parte donde pequeñas bolas nos acercan a múltiples visiones de ojos atentos, nos muestra meteoritos que provienen de mundos extraños y nos ofrece el aparato que nos permite pasar del sentido común a la rabia. Pocas veces podemos contemplar en un pequeño espacio un conjunto de obras que nos aporten la ironía alrededor del trabajo realizado de una manera tan clara y contundente.
La mirada que la aleja de todos los dogmatismos sobre el trabajo artístico ofrece a estas obras la singularidad de la contemplación desde la distancia irónica de la propia labor creativa, hecho muy poco habitual en los diferentes ámbitos que nos rodean y en especial en el artístico. Seguramente por todo esto un elemento destacado en este espacio es el libro que rinde homenaje a Joan Brossa.
FORMAS – El protagonismo de la forma que aparece en muchas de las obras de Teresa Vall Palou ha estado separado y ha sido mostrado de manera más desnuda en unas obras donde ocupa todo el espacio y sólo se muestra reforzada a través de la sutileza de la luz.
Formas alargadas, redondas, orgánicas o sea cual sea su geometría han sido siempre elementos destacados en las obras de la artista. Al separarlas de los otros elementos que acostumbran a formar parte de la obra se muestran con toda su pureza.
La expresión de su desnudez nos permite darle el papel protagonista que a menudo queda oculto bajo la expresión de la energía del trazo o de la fuerza del color, y de esta manera descubrimos una parte de las formas utilizadas.
HUELLAS – Lourdes Cirlot nos dice que ya desde sus inicios el informalismo “refleja un desasosiego profundo, y, no obstante, trata de agarrarse a alguna cosa tangible: la materia de la obra artística. Dando un valor decisivo a las calidades de la textura, los artistas informalistas consiguen subrayar el carácter material de su realizaciones”.*
Sea por desasosiego, sea por experimentación o tal vez por el desasosiego que acompaña a la experimentación de la creación, las últimas obras de Teresa Vall Palou muestran las huellas dejadas por el material encontrado. Un material cotidiano, que envuelve el día a día de la artista, se convierte en unas obras de fuerte expresión tan sólo a través de la señal dejada a su paso, a veces en positivo y otras en negativo, pero siempre mostrando el testimonio de su forma a través del rojo y el negro.
Diferentes materiales colocados sobre diferentes texturas hacen que se vayan creando unos dibujos donde la ausencia de color va creando formas y figuras. A pesar de la importancia de la materia primera se hace difícil reconocer su origen y el resultado se hace realidad en unas series realizadas con unos colores que contrastan enérgicamente.
El conjunto de estas piezas nos guía hacia una mirada que se concentra en la observación de unas huellas, pero en realidad la fuerza de sus formas evitan la anécdota para hundirse en la experimentación de la creación. Ya no tiene importancia de dónde proviene lo que vemos sino el resultado final de su ejecución.
Una vez recorrido el archipiélago y formada la mirada introspectiva, propuesta por el título de la exposición, somos conscientes que desde la teoría podemos mirar la obra desde muchos puntos de vista. Incluso nos hemos atrevido a esbozar vínculos con el arte primitivo, el arte japonés, el informalismo, el expresionismo y el surrealismo pero de manera deliberada no hemos profundizado en la búsqueda de vínculos inciertos, las mismas obras nos dicen que es mejor no hacerlo. Su recorrido nos pide un respeto, de alguna manera nos dicen que si ellas se muestran en toda su desnudez, si han permitido que las separemos en pequeñas islas según su expresión no nos dan el consentimiento para llenarlas de artificio y de teorías generadas a partir sólo de su contemplación parcial.
Desde su silencio alejado de teorías, pero lleno de fuerza expresiva, nos hace ver que sólo desde la contemplación abierta y la observación desde la mirada amplia de la sensibilidad artística seremos capaces de percibir todo el conjunto de su pulsión creativa.
Fina Duran i Riu
*Lourdes Cirlot, “La pintura informalista en Cataluña”. Texto catálogo Informalismo en Cataluña. Pintura, Centre d’Art Santa Mònica, Generalitat de Catalunya, Barcelona, 27 septiembre-8 noviembre 1990, pág. 9