Josep M. Garcia
Encrucijada de caminos
La mayoría de las instituciones artísticas de Lleida son de la esfera pública.
Por este motivo, que nazcan y crezcan entidades privadas es un enriquecimiento notable, ya que se convierten en plataformas con menos obligación de consenso.
Si, además, éstas disponen de espacio físico expositivo, acaban desarrollando un servicio público con capacidad de formular una identidad conceptualmente libre en su totalidad.
La creación y apertura de la Fundación Teresa Vall Palou ha de valorarse bajo esta visión de excepcionalidad. Una vocación entusiasta personal hacia la pintura permite que Lleida disponga de una sala y una estructura fundacional con capacidad de llevar a la ciudad exposiciones poco habituales, como ha sido hasta ahora la colección Ventós o la selección de fotografía contemporánea del Musée d´Art Moderne de Saint Étienne.
Su ubicación, frente al nuevo edificio de la Llotja, ensancha el territorio de las infraestructuras culturales de la ciudad y puede ser un buen laboratorio para medir la capacidad de interés de los leridanos hacia el arte contemporáneo. Claramente diríamos que la Fundación Vall Palou ha sido creada para sumar y no para restar y que bajo esta óptica debería insertarse enérgicamente en el tejido de la cultura contemporánea que Lleida impulsa. Los logrados ejemplos de ir lejos desde Lleida con una estructura privada son muy claros, cuando pensamos, por ejemplo, en todo lo que hizo la Petite Galerie en los años sesenta y setenta: todo un referente catalán que figura en todas las historias de nuestro arte.
Tiempo al tiempo, pues, para una institución que ambiciona tener su papel en este escenario. Ahora, y hasta finales de enero, la Fundación acoge su tercera exposición, dedicada a la obra de su fundadora: Teresa Vall Palou. Son obras de grandes formatos, ejecutadas en los últimos años hasta el momento presente, donde queda patente el empeño de la autora para entender su camino creativo como pintora, que ya es toda una declaración de principios en la época que vivimos, y en un segundo estadio de reafirmación de la pintura como un territorio del expresionismo abstracto.
Teresa Vall Palou podría afirmar que ella no pinta, sino que las pinturas la pintan a ella. Su método de trabajo es el de acumular capas y capas de pintura fluida, hasta que el accidente, el azar o la determinación le dicen lo suficiente. La pintura se ejecuta horizontalmente hasta que su disposición vertical le otorga la categoría de cuadro, de pintura. Este procedimiento que siempre ha seguido es ahora más obvio por el hecho de trabajar con grandes formatos, con pinturas encima de telas donde incluso los márgenes de la construcción forman parte de la misma obra.
El conjunto es importante y es la muestra más ambiciosa que Teresa Vall Palou ha presentado nunca, por la cantidad de obras incluida y por la confianza que dan estos formatos enormes. Diríamos que si una de las funciones de la fundación era la de reafirmar el sentido de su obra, este objeto ha sido alcanzado con obviedad.
Ahora queda la parte más pesada, la de hacer que este lenguaje artístico llegue al máximo número de personas interesadas, y no hablo de la cantidad, sino de la necesidad que Lleida tiene de no plantear la contemporaneidad como una rivalidad o un orden de preferencias, sino como una convocatoria limpia en los contados atentos del arte actual.
En este aspecto, la Fundación Vall Palou tiene todo el camino por recorrer.
Josep M. Garcia
Crítico de arte
Periódico Segre
Por este motivo, que nazcan y crezcan entidades privadas es un enriquecimiento notable, ya que se convierten en plataformas con menos obligación de consenso.
Si, además, éstas disponen de espacio físico expositivo, acaban desarrollando un servicio público con capacidad de formular una identidad conceptualmente libre en su totalidad.
La creación y apertura de la Fundación Teresa Vall Palou ha de valorarse bajo esta visión de excepcionalidad. Una vocación entusiasta personal hacia la pintura permite que Lleida disponga de una sala y una estructura fundacional con capacidad de llevar a la ciudad exposiciones poco habituales, como ha sido hasta ahora la colección Ventós o la selección de fotografía contemporánea del Musée d´Art Moderne de Saint Étienne.
Su ubicación, frente al nuevo edificio de la Llotja, ensancha el territorio de las infraestructuras culturales de la ciudad y puede ser un buen laboratorio para medir la capacidad de interés de los leridanos hacia el arte contemporáneo. Claramente diríamos que la Fundación Vall Palou ha sido creada para sumar y no para restar y que bajo esta óptica debería insertarse enérgicamente en el tejido de la cultura contemporánea que Lleida impulsa. Los logrados ejemplos de ir lejos desde Lleida con una estructura privada son muy claros, cuando pensamos, por ejemplo, en todo lo que hizo la Petite Galerie en los años sesenta y setenta: todo un referente catalán que figura en todas las historias de nuestro arte.
Tiempo al tiempo, pues, para una institución que ambiciona tener su papel en este escenario. Ahora, y hasta finales de enero, la Fundación acoge su tercera exposición, dedicada a la obra de su fundadora: Teresa Vall Palou. Son obras de grandes formatos, ejecutadas en los últimos años hasta el momento presente, donde queda patente el empeño de la autora para entender su camino creativo como pintora, que ya es toda una declaración de principios en la época que vivimos, y en un segundo estadio de reafirmación de la pintura como un territorio del expresionismo abstracto.
Teresa Vall Palou podría afirmar que ella no pinta, sino que las pinturas la pintan a ella. Su método de trabajo es el de acumular capas y capas de pintura fluida, hasta que el accidente, el azar o la determinación le dicen lo suficiente. La pintura se ejecuta horizontalmente hasta que su disposición vertical le otorga la categoría de cuadro, de pintura. Este procedimiento que siempre ha seguido es ahora más obvio por el hecho de trabajar con grandes formatos, con pinturas encima de telas donde incluso los márgenes de la construcción forman parte de la misma obra.
El conjunto es importante y es la muestra más ambiciosa que Teresa Vall Palou ha presentado nunca, por la cantidad de obras incluida y por la confianza que dan estos formatos enormes. Diríamos que si una de las funciones de la fundación era la de reafirmar el sentido de su obra, este objeto ha sido alcanzado con obviedad.
Ahora queda la parte más pesada, la de hacer que este lenguaje artístico llegue al máximo número de personas interesadas, y no hablo de la cantidad, sino de la necesidad que Lleida tiene de no plantear la contemporaneidad como una rivalidad o un orden de preferencias, sino como una convocatoria limpia en los contados atentos del arte actual.
En este aspecto, la Fundación Vall Palou tiene todo el camino por recorrer.
Josep M. Garcia
Crítico de arte
Periódico Segre