Mihael Milunovic:
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Del 10 de septiembre al 30 de octubre de 2010
SOBRE LAS MÁQUINAS BUENAS
“Las teorías científicas son como una plataforma artificiosa en el caos de los fenómenos de la vida” Wilhelm Reich Casi todo comienza con una línea. Al desplegarse una vida, una simple línea se convierte en un dibujo complejo. Llenos de símbolos y de significados personales, esos dibujos se convierten en mapas de la mente del individuo, que evolucionan hasta convertirse en estructuras, crecen hasta transformarse en arquitecturas y conquistar el espacio. El salto de una idea desde la mente pensante hasta el mundo de la realidad objetiva es uno de los momentos más místicos y dramáticos del proceso de creación artística. El proyecto se transforma en la «carne» de una estructura o arquitectura que podemos experimentar con los sentidos y, mediante esa acción, incorporar a nuestro mundo, confiar en ese acontecimiento que se ha inmiscuido en nuestro universo, juzgarlo, otorgarle un lugar, creer en él. |
Mis últimas obras llevan por título «Acumuladores de energía buena» o, simplemente, «Máquinas buenas». Son una secuencia lógica y, a la vez, opuesta a otra serie precedente de «Máquinas de tortura», de mediados de la década de 1990, que proyecté y, de hecho, jamás realicé (lo que, en cualquier caso, no formaba parte de la idea). Aquellos dibujos no eran más que la sugerencia de un movimiento mecánico sin lógica alguna que, no obstante, provocaban al espectador para que asumiera el papel de «activar» esas máquinas imaginarias, extremadamente «malvadas» y, así, completarlas a través de su mera proyección.
Las Máquinas Buenas están todas ellas generadas a partir de un dibujo en el que se representaba una compleja «Máquina de la buena suerte». El «movimiento» mismo de la máquina se basaba en un dicho de la lengua serbocroata: «Le (a cualquiera) ha caído (han metido) el hacha en la miel», lo que quiere decir que ha tenido mucha suerte. La estructura principal constaba de cuatro botes de vidrio (números de la suerte) llenos de miel con hojas de hacha sumergidas. Las hojas de hacha estaban cogidas con cables a un complejo sistema de cables de oro, que creaban una especie de antena, enrollados a un mástil de cristal, con cuatro pieles de zorro que debían aportar la electricidad estática básica para el pulso inicial.
De ahí salían los cables correspondientes a los dos polos, que iban a conectarse a un casco conductor hecho de cobre. El cuerpo receptor debía ponerse el caso en la cabeza, y así, de hecho, debía cargarse de suerte.
Esta nueva Familia de objetos está imaginada a partir de la recogida, almacenaje y acumulación de Energía Buena. Esa Energía Buena puede referirse también a buenos pensamientos o pensamientos cordiales. O a buenas emociones, fluctuaciones efímeras. Todos los objetos tienen algún tipo de antena, y están equipados con bobinas en espiral para atraer esas fuerzas invisibles hasta la célula y atraparlas. El cobre conduce y retiene esas energías dentro de las complejas estructuras de cables de los objetos.
Los objetos son portátiles e individuales. Igual que en el pasado los iconos y las imágenes sagradas se transportaban para que brindaran protección y defensa, estos objetos deberían servir a ese mismo propósito. Deberían darnos suerte cuando la necesitamos, proporcionarnos consuelo y amor con tan solo tocarlos, hacernos creer en Dios con solo verlos.
Solo las ideas poderosas que logran abrirse paso hasta la realidad pueden triunfar sobre el mundo caótico y hecho trizas, descuartizado y desolado que tal vez conocemos.
Mihael Milunovic
Las Máquinas Buenas están todas ellas generadas a partir de un dibujo en el que se representaba una compleja «Máquina de la buena suerte». El «movimiento» mismo de la máquina se basaba en un dicho de la lengua serbocroata: «Le (a cualquiera) ha caído (han metido) el hacha en la miel», lo que quiere decir que ha tenido mucha suerte. La estructura principal constaba de cuatro botes de vidrio (números de la suerte) llenos de miel con hojas de hacha sumergidas. Las hojas de hacha estaban cogidas con cables a un complejo sistema de cables de oro, que creaban una especie de antena, enrollados a un mástil de cristal, con cuatro pieles de zorro que debían aportar la electricidad estática básica para el pulso inicial.
De ahí salían los cables correspondientes a los dos polos, que iban a conectarse a un casco conductor hecho de cobre. El cuerpo receptor debía ponerse el caso en la cabeza, y así, de hecho, debía cargarse de suerte.
Esta nueva Familia de objetos está imaginada a partir de la recogida, almacenaje y acumulación de Energía Buena. Esa Energía Buena puede referirse también a buenos pensamientos o pensamientos cordiales. O a buenas emociones, fluctuaciones efímeras. Todos los objetos tienen algún tipo de antena, y están equipados con bobinas en espiral para atraer esas fuerzas invisibles hasta la célula y atraparlas. El cobre conduce y retiene esas energías dentro de las complejas estructuras de cables de los objetos.
Los objetos son portátiles e individuales. Igual que en el pasado los iconos y las imágenes sagradas se transportaban para que brindaran protección y defensa, estos objetos deberían servir a ese mismo propósito. Deberían darnos suerte cuando la necesitamos, proporcionarnos consuelo y amor con tan solo tocarlos, hacernos creer en Dios con solo verlos.
Solo las ideas poderosas que logran abrirse paso hasta la realidad pueden triunfar sobre el mundo caótico y hecho trizas, descuartizado y desolado que tal vez conocemos.
Mihael Milunovic