Glòria Bosch
No puedo vivir sin ello
El movimiento constante y el desarrollo que comporta el mundo misterioso de la expresión. ¿Cuál es el dispositivo que genera círculos de afinidad desde la diferencia? ¿Qué es lo que se mueve dentro y nos hace llegar a cosas que tal vez ni pensábamos ni queríamos decir? ¿Qué quiere decir todo eso de “no puedo vivir sin ello”? ¿La creación como un lenguaje desconocido? ¿Devenimos el apunte de transmisión que valida una colaboración? ¿Dónde están los otros que nos habitan?
No quisiera ceñirme a los códigos que podrían etiquetar, fácilmente, una gran cantidad de conexiones con los lenguajes que nos son de sobras conocidos dentro de la abstracción, del informalismo… La identidad creativa es un hecho complejo porque todo se mueve en un proceso constante, como la vida, las circunstancias, lo que nos rodea en cada momento, los contornos y los abismos infinitos de nuestras propias intuiciones. En definitiva, lo que propongo es generar complicidades a través de las resonancias, las intuiciones, los silencios que nos habitan y nos permiten a nosotros, espectadores, crear un diálogo con la autora.
Ella, Teresa Vall Palou, no es una autora dada a hablar y precisar aspectos de su obra, alejándose siempre de todo aquello que puede llegar a perpetuar un cliché, pero sí nos deja ver cómo trabaja, de una manera abierta, de acuerdo con la fluidez de una circulación que nunca se detiene. No quiere dar pistas que confundan la mirada limpia a las piezas (no encontramos títulos sino composiciones) y valora por encima de todo la diferencia que nos permite salir de un interior cómodo, demasiado bien acostumbrado a las rutinas, para adentrarnos en todo aquello que puede ser desconocido. Nunca recalca qué es lo que querría decir de su propia obra, como pasa tantas veces con el afán de proyectar límites y con los miedos que no permiten avanzar. Quiere que circulemos libremente para abrir diálogos en los que cada cual pueda entrar a compartir su mundo y salir con su propia experiencia. Quiere que leamos desde nuestra percepción íntima y que seamos nosotros los que nos lancemos de manera libre a interpretar.
Pero también hay un rastro inevitable que, de alguna manera, nos marca a todos y me interesa mucho descubrir relecturas sobre su propia obra, como si escribiera encima de lo que ya ha sido escrito después de borrarlo. De hecho, es una especie de palimpsesto que tiene que ver con la idea de proceso creativo, cuando tanto las ideas como los conceptos aparecen a lo largo del tiempo de una manera diferente y se reescriben en un contexto nuevo. Muchas veces me he preguntado a mí misma sobre esta lectura transversal de días y años. Al final, me doy cuenta de que mi (tuyo, vuestro) tránsito por la vida es como un grattage, una necesidad de borrar (¡pero nunca del todo!) para volver a escribir.
A la poeta y ensayista Chantal Maillard también le llama la atención esta facilidad con la que reducimos a una persona a unos pocos datos, porque “una persona es una multitud de fragmentos, su vida no es una historia, sino un mapa o, mejor, una retícula o un rizoma que ofrece itinerarios diversos, cada uno de los cuales daría pie, si lo siguiésemos, a construir una historia distinta de las otras” (1). Es un planteamiento que comparto y me ha hecho avanzar en mi manera de entender al ser humano con todo lo que se deriva del encaje arte-vida, muy en consonancia con la actitud que proclama Vall Palou. La metáfora de la baba del caracol, como titula su ensayo Maillard, nos lleva hacia la expresión integradora del poetizar.
A medida que camino por su taller, recorriendo obra de diferentes etapas, mirando objetos, cerámicas y esculturas, observo otro punto decisivo de su proceso: trabajar a partir de un objeto encontrado y establecer encajes de ideas, percepciones, intuiciones… Y al oído, mientras sigo avanzando por este laberinto en su compañía, vuelvo a escuchar en voz baja el murmullo de otro tiempo vivido en mis inicios por los senderos del arte, el mundo intuido que había encontrado en los conceptos visuales y literarios de Italo Calvino. La validez de aquellas propuestas que él preveía como parte esencial de otra manera de percibir el mundo, ahora que ya estamos en el milenio que le corresponde y no es predicción, vuelven a manifestarse en este “todo es posible” que nos da la combinación y la multiplicidad de los lenguajes creativos. ¡Existir ya es esto! Existir es una estructura abierta que necesita respirar para no quedarse ahogada en lo concreto, y la obra, tanto la que ya es un resultado físico como la que está en proceso, se puede montar y desmontar tantas veces como se quiera, romper con un jo soc (2) que –para muchos- es tan sólo una falsa solidez a la que aferrarse, donde sentirse a gusto con cualquier afirmación enquistada en el tiempo.
Esta propuesta expositiva en la que se invita a un historiador del arte y a un poeta, me parece muy interesante por las diferentes versiones e interpretaciones que se pueden hacer cada vez de una obra. Y sí, no puedo vivir sin ello, porque el arte es una parte de este proceso para descubrirnos que, con las herramientas adecuadas para provocar y sorprendernos, nos sitúa en cada uno de los espacios del recorrido como si fuera un círculo de afinidades que se desdobla en una síntesis-antítesis, desplegando la diferencia de registros de Vall Palou. Un proceso abierto donde generar contrastes es lo más evidente como conjunto visual y al mismo tiempo como composición individual, siempre entre ritmos expresivos que desbordan cualquier mundo prescrito para habitarnos.
Luz, materia, color, transparencia (lo que se vislumbra por debajo de cada composición), opacidad, gesto, espacio, tiempo (lo que es palimpsesto de registros acumulados en la trama de un decurso infinito), azar…, un cúmulo de referencias que no estarían presentes sin el vacío y la ausencia. Aunque encontramos que la mayoría de las obras son de producción reciente, también se incluyen algunas que permiten abrir el arco del tiempo como si fuese una conversación en tránsito, una renovación constante de la percepción íntima.
La necesidad de abrir caminos en red para rehuir lo que ella no querría nunca –es decir: inscribirse en un cliché—, nos lleva a la escultura desnuda, el blanco de los muros con el blanco de unos volúmenes donde hay que valorar no sólo las formas, sino cada accidente de la materia; la pintura rascada y reescrita, como un palimpsesto de transparencias líquidas donde se diluyen las tramas con las piezas de cerámica blanca; el diálogo de la huella pictórica más austera con las líneas volumétricas que transitan, entre dos salas, para llevarnos a la gestualidad de una pintura que convive con la escritura; el tejido recuperado, con su propia huella, y transformado con la inserción de letras que abren y cierran alfabetos caligráficos, encuentra el otro objeto donde reflejarse: un marco antiguo de espejo que acoge su mundo más convulso de la línea; y ya, finalmente, el papel con todas las cualidades, otra vez el blanco que nos abría paso en el primer espacio, con dibujos, grabados, el planteamiento del libro objeto que recoge la poesía.
El papel, y especialmente el grabado, nos llevan a una magnífica exposición, realizada en esta Fundación. Gènesi 2015, al cuidado de Josep Maria Sala-Valldaura, nos situaba de lleno en la afinidad que se produce entre la hoja blanca del escritor y la tela del artista, la complicidad que permite establecer conexiones a la hora de avanzar por caminos que desconocemos. Y D´això, no me´n sé estar, porque son los interrogantes múltiples los que permiten formar la pregunta sin respuesta o devenir, como decía Clarice Lispector, un paréntesis que nunca se cierra. Movimiento, tránsito, vida… ¿Qué es existir sino hacerse y crearse?
Glòria Bosch
Traducción del caalán: Lorenzo Plana
(1) Chantal Maillard, La baba del caracol. Madrid/México, Vaso Roto, 2014. p. 69.
(2) Glòria Bosch, Qui sóc?. Museu d’Art de Girona/ Llibreria Sala Blanquerna de Madrid/ Sala Ibere Camargo. Usina del Gasómetro de Porto Alegre, 1999.
No quisiera ceñirme a los códigos que podrían etiquetar, fácilmente, una gran cantidad de conexiones con los lenguajes que nos son de sobras conocidos dentro de la abstracción, del informalismo… La identidad creativa es un hecho complejo porque todo se mueve en un proceso constante, como la vida, las circunstancias, lo que nos rodea en cada momento, los contornos y los abismos infinitos de nuestras propias intuiciones. En definitiva, lo que propongo es generar complicidades a través de las resonancias, las intuiciones, los silencios que nos habitan y nos permiten a nosotros, espectadores, crear un diálogo con la autora.
Ella, Teresa Vall Palou, no es una autora dada a hablar y precisar aspectos de su obra, alejándose siempre de todo aquello que puede llegar a perpetuar un cliché, pero sí nos deja ver cómo trabaja, de una manera abierta, de acuerdo con la fluidez de una circulación que nunca se detiene. No quiere dar pistas que confundan la mirada limpia a las piezas (no encontramos títulos sino composiciones) y valora por encima de todo la diferencia que nos permite salir de un interior cómodo, demasiado bien acostumbrado a las rutinas, para adentrarnos en todo aquello que puede ser desconocido. Nunca recalca qué es lo que querría decir de su propia obra, como pasa tantas veces con el afán de proyectar límites y con los miedos que no permiten avanzar. Quiere que circulemos libremente para abrir diálogos en los que cada cual pueda entrar a compartir su mundo y salir con su propia experiencia. Quiere que leamos desde nuestra percepción íntima y que seamos nosotros los que nos lancemos de manera libre a interpretar.
Pero también hay un rastro inevitable que, de alguna manera, nos marca a todos y me interesa mucho descubrir relecturas sobre su propia obra, como si escribiera encima de lo que ya ha sido escrito después de borrarlo. De hecho, es una especie de palimpsesto que tiene que ver con la idea de proceso creativo, cuando tanto las ideas como los conceptos aparecen a lo largo del tiempo de una manera diferente y se reescriben en un contexto nuevo. Muchas veces me he preguntado a mí misma sobre esta lectura transversal de días y años. Al final, me doy cuenta de que mi (tuyo, vuestro) tránsito por la vida es como un grattage, una necesidad de borrar (¡pero nunca del todo!) para volver a escribir.
A la poeta y ensayista Chantal Maillard también le llama la atención esta facilidad con la que reducimos a una persona a unos pocos datos, porque “una persona es una multitud de fragmentos, su vida no es una historia, sino un mapa o, mejor, una retícula o un rizoma que ofrece itinerarios diversos, cada uno de los cuales daría pie, si lo siguiésemos, a construir una historia distinta de las otras” (1). Es un planteamiento que comparto y me ha hecho avanzar en mi manera de entender al ser humano con todo lo que se deriva del encaje arte-vida, muy en consonancia con la actitud que proclama Vall Palou. La metáfora de la baba del caracol, como titula su ensayo Maillard, nos lleva hacia la expresión integradora del poetizar.
A medida que camino por su taller, recorriendo obra de diferentes etapas, mirando objetos, cerámicas y esculturas, observo otro punto decisivo de su proceso: trabajar a partir de un objeto encontrado y establecer encajes de ideas, percepciones, intuiciones… Y al oído, mientras sigo avanzando por este laberinto en su compañía, vuelvo a escuchar en voz baja el murmullo de otro tiempo vivido en mis inicios por los senderos del arte, el mundo intuido que había encontrado en los conceptos visuales y literarios de Italo Calvino. La validez de aquellas propuestas que él preveía como parte esencial de otra manera de percibir el mundo, ahora que ya estamos en el milenio que le corresponde y no es predicción, vuelven a manifestarse en este “todo es posible” que nos da la combinación y la multiplicidad de los lenguajes creativos. ¡Existir ya es esto! Existir es una estructura abierta que necesita respirar para no quedarse ahogada en lo concreto, y la obra, tanto la que ya es un resultado físico como la que está en proceso, se puede montar y desmontar tantas veces como se quiera, romper con un jo soc (2) que –para muchos- es tan sólo una falsa solidez a la que aferrarse, donde sentirse a gusto con cualquier afirmación enquistada en el tiempo.
Esta propuesta expositiva en la que se invita a un historiador del arte y a un poeta, me parece muy interesante por las diferentes versiones e interpretaciones que se pueden hacer cada vez de una obra. Y sí, no puedo vivir sin ello, porque el arte es una parte de este proceso para descubrirnos que, con las herramientas adecuadas para provocar y sorprendernos, nos sitúa en cada uno de los espacios del recorrido como si fuera un círculo de afinidades que se desdobla en una síntesis-antítesis, desplegando la diferencia de registros de Vall Palou. Un proceso abierto donde generar contrastes es lo más evidente como conjunto visual y al mismo tiempo como composición individual, siempre entre ritmos expresivos que desbordan cualquier mundo prescrito para habitarnos.
Luz, materia, color, transparencia (lo que se vislumbra por debajo de cada composición), opacidad, gesto, espacio, tiempo (lo que es palimpsesto de registros acumulados en la trama de un decurso infinito), azar…, un cúmulo de referencias que no estarían presentes sin el vacío y la ausencia. Aunque encontramos que la mayoría de las obras son de producción reciente, también se incluyen algunas que permiten abrir el arco del tiempo como si fuese una conversación en tránsito, una renovación constante de la percepción íntima.
La necesidad de abrir caminos en red para rehuir lo que ella no querría nunca –es decir: inscribirse en un cliché—, nos lleva a la escultura desnuda, el blanco de los muros con el blanco de unos volúmenes donde hay que valorar no sólo las formas, sino cada accidente de la materia; la pintura rascada y reescrita, como un palimpsesto de transparencias líquidas donde se diluyen las tramas con las piezas de cerámica blanca; el diálogo de la huella pictórica más austera con las líneas volumétricas que transitan, entre dos salas, para llevarnos a la gestualidad de una pintura que convive con la escritura; el tejido recuperado, con su propia huella, y transformado con la inserción de letras que abren y cierran alfabetos caligráficos, encuentra el otro objeto donde reflejarse: un marco antiguo de espejo que acoge su mundo más convulso de la línea; y ya, finalmente, el papel con todas las cualidades, otra vez el blanco que nos abría paso en el primer espacio, con dibujos, grabados, el planteamiento del libro objeto que recoge la poesía.
El papel, y especialmente el grabado, nos llevan a una magnífica exposición, realizada en esta Fundación. Gènesi 2015, al cuidado de Josep Maria Sala-Valldaura, nos situaba de lleno en la afinidad que se produce entre la hoja blanca del escritor y la tela del artista, la complicidad que permite establecer conexiones a la hora de avanzar por caminos que desconocemos. Y D´això, no me´n sé estar, porque son los interrogantes múltiples los que permiten formar la pregunta sin respuesta o devenir, como decía Clarice Lispector, un paréntesis que nunca se cierra. Movimiento, tránsito, vida… ¿Qué es existir sino hacerse y crearse?
Glòria Bosch
Traducción del caalán: Lorenzo Plana
(1) Chantal Maillard, La baba del caracol. Madrid/México, Vaso Roto, 2014. p. 69.
(2) Glòria Bosch, Qui sóc?. Museu d’Art de Girona/ Llibreria Sala Blanquerna de Madrid/ Sala Ibere Camargo. Usina del Gasómetro de Porto Alegre, 1999.