Josep Miquel Garcia
La armónica expresión de los sentimientos
VALL PALOU CAMPO DE COLORES
Los pintores informalistas y los expresionistas abstractos liberaron la pintura de la representación, pero especialmente de una coherencia metodológica. Al no sentirse condicionados a un proceso elaborado o premeditado, su descubrimiento fue realmente revulsivo. El artista conocía el inicio, pero no el final, el accidente y el azar guiaban la mano y el pincel, sin el uso de la razón. No existe propuesta más libre para la pintura que ésta en que los límites son abiertos y la acción guía el proceso y el resultado. La pintura llega así a su rastro y a su testimonio, enfatizando una superficie que recupera el protagonismo del fondo del cuadro como motivo y como tema. De todas las aportaciones del siglo, la del informalismo es la puerta más lejana en sus perspectivas y el camino más subjetivo.
Evidentemente, no se trata de una puerta cerrada, ni de una ventana entreabierta, si no de un referente en el cual resituarse. Su vigencia es tan propia como actual.
La pintura de Vall Palou, que estos días ha expuesto en la Sala Gòtica de lInstitut dEstudis Ilerdencs, está impregnada de esta tradición contemporánea, y bebe con la energía de quien desvela su sistema. Pintar sin nada preconcebido, dejándose ir por la fricción de manchar la superficie y construyendo composiciones abstractas permite el ejercicio pulsional de la abstracción más azarosa. Conocer los mecanismos del oficio para delimitar una realidad sin forma, que descubre a sensaciones y campos de colores oníricos y surreales, imaginarios e imaginados.
El color es la base de estas quince pinturas de formato considerable. Un espectro cromático especial, sin concesiones a la estética, al contrario, están establecidos en una gama de tonalidades frías, que armonizan la serie y la sitúan en una voluntad de llevar el color a una radicalidad y autonomía que particularice aún más su condición pictórica. Sin argumentos de pura placidez visual, estas pinturas obligan a situarlas en su marco referencial de aquello que el siglo ya ha sondeado a través de autores que comparten sus inquietudes, extrayendo todavía latidos de posibilidad expresiva.
La lectura y la comprensión pueden ser autónomas de la voluntad de la artista. Si ella ha utilizado una acción puesta en la superficie de la tela, el espectador puede establecer deducciones propias, de organicismos plásticos, atardeceres de paisajes, texturas cosmológicas, que ilustran el ejercicio de Leonardo da Vinci, de descubrir imágenes en los muros húmedos, envejecidos e informes. Establecida como una superficie que se construye en sí misma, esta pintura permite reconstruir su proceso, y recurre a la acumulación de accidentes los goteos que dibujan formas y estructuras, el dripping, el collage, los procedimientos mixtos, y el desprecio de técnicas de agua y óleo.
De todas las exposiciones precedentes de la artista en nuestra ciudad, en la Galería Armengol Menen el año 1996, en Indecor el año 1997, y en la Sala del Colegio de Arquitectos el año 1998, es esta la muestra de más abasto y ambición, de una pintora leridana que se esfuerza por reivindicar los atributos de la pintura.
Josep Miquel Garcia
Delegado de artes plásticas de la Generalitat de Catalunya
Periódico El Segre
Los pintores informalistas y los expresionistas abstractos liberaron la pintura de la representación, pero especialmente de una coherencia metodológica. Al no sentirse condicionados a un proceso elaborado o premeditado, su descubrimiento fue realmente revulsivo. El artista conocía el inicio, pero no el final, el accidente y el azar guiaban la mano y el pincel, sin el uso de la razón. No existe propuesta más libre para la pintura que ésta en que los límites son abiertos y la acción guía el proceso y el resultado. La pintura llega así a su rastro y a su testimonio, enfatizando una superficie que recupera el protagonismo del fondo del cuadro como motivo y como tema. De todas las aportaciones del siglo, la del informalismo es la puerta más lejana en sus perspectivas y el camino más subjetivo.
Evidentemente, no se trata de una puerta cerrada, ni de una ventana entreabierta, si no de un referente en el cual resituarse. Su vigencia es tan propia como actual.
La pintura de Vall Palou, que estos días ha expuesto en la Sala Gòtica de lInstitut dEstudis Ilerdencs, está impregnada de esta tradición contemporánea, y bebe con la energía de quien desvela su sistema. Pintar sin nada preconcebido, dejándose ir por la fricción de manchar la superficie y construyendo composiciones abstractas permite el ejercicio pulsional de la abstracción más azarosa. Conocer los mecanismos del oficio para delimitar una realidad sin forma, que descubre a sensaciones y campos de colores oníricos y surreales, imaginarios e imaginados.
El color es la base de estas quince pinturas de formato considerable. Un espectro cromático especial, sin concesiones a la estética, al contrario, están establecidos en una gama de tonalidades frías, que armonizan la serie y la sitúan en una voluntad de llevar el color a una radicalidad y autonomía que particularice aún más su condición pictórica. Sin argumentos de pura placidez visual, estas pinturas obligan a situarlas en su marco referencial de aquello que el siglo ya ha sondeado a través de autores que comparten sus inquietudes, extrayendo todavía latidos de posibilidad expresiva.
La lectura y la comprensión pueden ser autónomas de la voluntad de la artista. Si ella ha utilizado una acción puesta en la superficie de la tela, el espectador puede establecer deducciones propias, de organicismos plásticos, atardeceres de paisajes, texturas cosmológicas, que ilustran el ejercicio de Leonardo da Vinci, de descubrir imágenes en los muros húmedos, envejecidos e informes. Establecida como una superficie que se construye en sí misma, esta pintura permite reconstruir su proceso, y recurre a la acumulación de accidentes los goteos que dibujan formas y estructuras, el dripping, el collage, los procedimientos mixtos, y el desprecio de técnicas de agua y óleo.
De todas las exposiciones precedentes de la artista en nuestra ciudad, en la Galería Armengol Menen el año 1996, en Indecor el año 1997, y en la Sala del Colegio de Arquitectos el año 1998, es esta la muestra de más abasto y ambición, de una pintora leridana que se esfuerza por reivindicar los atributos de la pintura.
Josep Miquel Garcia
Delegado de artes plásticas de la Generalitat de Catalunya
Periódico El Segre